Agencia DPA
Berlín. No hicieron falta ejércitos, muertos ni largos combates. La última gran revolución europea fue obra de un pueblo sediento de libertad que, ayudado por un mundo en transformación, una diplomacia hábil y una cuota de azar, salió a la calle hace 25 años y logró lo impensable: tumbar el Muro de Berlín.
Alemania celebra hoy un cuarto de siglo del final del símbolo más fuerte de la Guerra Fría. La sed de libertad, la diplomacia y un poco de suerte se fundieron para derribar la muralla de la opresión. Esa revolución pacífica dio vía libre a la Europa unida de hoy.
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