Ciudadanos La mole de cemento y barrotes dejó de latir. Siempre a punto de ebullición, el gigante de 120 años ayer no resopló. No hubo largas filas de mujeres y niños con sus bolsas de tela esperando pasar la revisación para darle un beso y un abrazo al detenido (un esposo, un hijo) y compartir las anécdotas que llevaban desde el exterior con un mate calentado en un ladrillo con resistencia (“fuelle”). La Penitenciaría de barrio San Martín, ícono de una de las peores caras de la sociedad cordobesa, ya no alberga a más presos. En estos días terminó la relocalización de los últimos 120 internos que aún quedaban alojados allí. El futuro de la cárcel, el debate que recién comienza.
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