Ciudadanos Guillermo Lehmann (Correponsalía) Ascochinga. El martes a la madrugada, Marcela Salinas, que vive a pocos metros del río principal que atraviesa Ascochinga, resolvió salir de su precaria casa a ver cómo estaba el agua. Entonces, sin dudar, despertó a toda su familia y la obligó a buscar resguardo en la escuela secundaria, de la que es portera. En el camino, observó que en las casas vecinas también estaban prendidas las luces y se vivía la misma angustia y temor por lo que podría ocasionar la crecida. Entonces decidió que debía llevar a todos sus vecinos al mismo lugar. Son cientos, miles: gente que de un día para el otro encontró sus casas y sus bienes arruinados por el agua. Muchos tienen que volver a empezar de cero.
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