Ciudadanos Agencia AP De nueve a cinco, los siete días de la semana, Robert Schill se entretiene con videojuegos sentado en un cómodo sofá marrón en el centro de Florida. Cientos de personas, a veces miles, lo observan. Su canal en la web recibió más de 35 millones de hits en un año. Y Schill cobra por esto. De hecho, es un trabajador que cumple un turno en una de esas ocupaciones extrañas que han surgido en una economía que premia una existencia tipo Gran Hermano combinada con visión empresarial. Robert, Adam y Brett son las estrellas de StreamerHouse. Transmiten vía Twitch.tv, una red online que atrae decenas de millones de visitantes, la mayoría de los cuales ven a otra gente jugando videojuegos.
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