Es sabido que los mandatos familiares dejan en nosotros una marca que habrá de condicionarnos. Un niño que creció estimulado por sus padres, quienes lo valorizaron y cimentaron su autoestima, ya de adulto tendrá más posibilidades de ser un hombre seguro de sí mismo. En cambio, si un niño es desalentado y menospreciado por sus padres, no contará con una autoestima adecuada y en un futuro adulto podría sentirse inseguro.
Cuando “decretamos” que no lograremos algo, cerramos una puerta real al cambio.
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