sábado, 27 de septiembre de 2014

La nueva banalidad del mal

¿Qué los seduce del EI? ¿Es ingenuidad, frivolidad suicida? ¿La posibilidad de hacer algo que consideran heroico, la ilusión de un paraíso supuestamente islámico? ¿O los empujan el desencanto y la marginación en el país en el que les tocó vivir?

Son jóvenes occidentales, nacidos y criados en Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia u Holanda, hijos o nietos de inmigrantes árabes la mayoría de ellos. Viajan a Siria e Irak para unirse al Estado Islámico (EI), el grupo terrorista que se hizo famoso por la extrema crueldad de sus acciones. 

No son sólo varones; también hay mujeres, a pesar de que el EI lo único que les garantiza es su sometimiento.



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