Que estén los chicos de la revista en las calles nos hace un poco mejores.
El canillita y yo nos miramos a los ojos.
Suele suceder en las mañanas en las que uno abandona la calma de los barrios y se hunde en las pisoteadas veredas del centro de Córdoba. La Peatonal rebalsa de pasos y de voces. Y entre las que susurran y las que gritan, hay una que, sin estridencia, dice una palabra que suena como si pudiera sonar una lucecita.
La Luciérnaga es eso, una lucecita, sin cables ni vidrios, hecha de naturaleza pura, como la que brilla en la mirada de los que tienen la vida en los ojos.
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