Ciudadanos Nos habrá pasado alguna vez que, en el apuro por atender un llamado al teléfono fijo, nos hemos golpeado una rodilla o, peor aún, el dedo pequeño del pie con la pata de una mesa. Al fin de cuentas, es tan malo descubrir cómo es que duelen tanto esas partes del cuerpo como la invasiva sensación de levantar el tubo y escuchar la voz grabada de un político: “Hola, soy...”. ¿Qué ocurriría si los millones de votantes tomasen la iniciativa de llamar a los teléfonos fijos de los candidatos, con el mismo formato de llamada automática, para no sólo adherir a sus sueños de un país distinto, sino también para que les arreglen las cloacas y mejoren la seguridad?
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