Los problemas de la Argentina con su deuda externa no son nuevos: el de 2002 no fue el primer default de la historia, ni los buitres de hoy son los primeros en sobrevolar nuestras cabezas.
Desde tiempos bíblicos, en el mundo terrenal coexisten deudores y acreedores; una lógica que, con el paso de los siglos, se extendió a todos los países. En ese juego, el nuestro quedó del lado de los sempiternos deudores, sometido a los avatares propios de relaciones teñidas por el interés, cuando no por la especulación y la usura.
Esteban Dómina*
Entre 1976 y 1983, la deuda externa creció en forma desmesurada merced a la irresponsabilidad de la dictadura gobernante.
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