Se puede perder el trabajo, se pueden perder los bienes y hasta se puede perder la vida, una sensación angustiante, desesperanzadora, que se agudiza cuando se mira hacia los costados y el Estado no está o, cuando menos, no está donde debe.
La persona necesaria en el momento indicado y en el lugar preciso. Una ecuación simple, pero eficaz. Una fórmula que no se nota en la rutina, pero que se torna imprescindible cuando una crisis estalla o, al menos, amaga detonarse.
A los cordobeses les quedó grabado a fuego el recuerdo de aquellas noches de diciembre del año pasado, cuando un autoacuartelamiento policial los hizo sentir dentro del infierno.
Fueron horas horribles las que mediaron entre que el gobernador José Manuel de la Sota cambió el pasaje y regresó desde una escala en Panamá.
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