Este es el primer efecto palpable del “default”: la incertidumbre del primer semestre se transformó en temor para el segundo, cuando se exacerba la certeza de no poder conservar el trabajo.
“El jueves estuve mañana y tarde en el local, entraron siete personas y vendí cuatro libros: 480 pesos en total”, dice Laura, dueña de una pequeña librería infantil sobre la Rafael Núñez, al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Tiene una sola empleada y costos fijos de 900 pesos diarios entre alquiler, salario, luz, Internet, Posnet e impuestos. En su cuadra ya hay ocho locales vacíos y su vecina hará lo mismo cuando termine agosto.
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