La lluvia torrencial, el excesivo calor, la resaca que dejó la fiesta de anoche, el agotamiento por el llanto nocturno del bebé o una pena de amor son clásicas, inofensivas y esporádicas razones para desear faltar al trabajo. Pero qué pasa cuando el hastío, el miedo o la depresión son las sensaciones que priman con sólo pensar en el lugar en el que durante largas horas uno desempeña sus tareas laborales.
A veces sutil, a veces abierto, el acoso laboral es sufrido a diario por miles de personas. Buscar ayuda y enfrentarlo a tiempo son fundamentales.
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